Mil días sin tomarme el par de minutos necesarios para las decenas de palabras que aunque finitas y contables, no pueden cuantificar el cómo decirlo.
Cifradas en mi memoria, cuento las horas hacia atrás, y los días por delante, y sumo y resto el momento presente, donde el resultado sigue por alguna razón siendo cero.
Avanzan los días, con sus horas y sus minutos, pero siempre con la sensación de estar restando. El movimiento del tiempo solo sigue siendo una cuenta regresiva de la cual no sabemos el punto final.
Kilómetros de distancia, para quedar a solo centímetros del abismo, y para que el abismo solo sea realmente una brecha inmensa con poca profundidad.
Cuentas hasta diez, y en reversa, para volver a tomar tu curso, para iniciar la cuenta nueva, para dar vuelta a la hoja, para ver otra vuelta del reloj.
Por más que creas que has llorado un río, tus lágrimas no completarán ni una cucharada. Y que creas que lo has visto todo, no escribirías diez líneas coherentes con tus experiencias. Que si vas en el camino de ascenso, seguramente no habrás recorrido ni cien metros.
Ni recorres los dos pasos que te separan de eso que tanto quieres, ni corres tan lejos como para ver tus ecuaciones en perspectiva.
Cuentas, cuando todo es incontable, no te atreves a contar, ni a mencionar. No te atreves a enumerar, ni a ponerle un plazo a tu incertidumbre. Solamente es que no sabes nada de contar.
Cifradas en mi memoria, cuento las horas hacia atrás, y los días por delante, y sumo y resto el momento presente, donde el resultado sigue por alguna razón siendo cero.
Avanzan los días, con sus horas y sus minutos, pero siempre con la sensación de estar restando. El movimiento del tiempo solo sigue siendo una cuenta regresiva de la cual no sabemos el punto final.
Kilómetros de distancia, para quedar a solo centímetros del abismo, y para que el abismo solo sea realmente una brecha inmensa con poca profundidad.
Cuentas hasta diez, y en reversa, para volver a tomar tu curso, para iniciar la cuenta nueva, para dar vuelta a la hoja, para ver otra vuelta del reloj.
Por más que creas que has llorado un río, tus lágrimas no completarán ni una cucharada. Y que creas que lo has visto todo, no escribirías diez líneas coherentes con tus experiencias. Que si vas en el camino de ascenso, seguramente no habrás recorrido ni cien metros.
Ni recorres los dos pasos que te separan de eso que tanto quieres, ni corres tan lejos como para ver tus ecuaciones en perspectiva.
Cuentas, cuando todo es incontable, no te atreves a contar, ni a mencionar. No te atreves a enumerar, ni a ponerle un plazo a tu incertidumbre. Solamente es que no sabes nada de contar.