Había
una vez un mundo en el que yo no estaba. En ese mundo el sol salía por el
oriente, y se ponía por el occidente, llovía de vez en cuando y a veces hacía
sol.
La
gente se enamoraba, y se despreciaba, a veces se mataban y otras se dejaban
vivir en agonía.
Los
hombres les veían el trasero a las mujeres. Y las mujeres hacían lo mismo pero
solían no admitirlo.
En
ese mundo la gente moría de cáncer, de envidia, pero jamás de amor.
Y
había niños felices, y otros bastantes infortunados, a algunos incluso los
asesinaban.
En
ese mundo había políticos corruptos, buenos profesores, artistas mediocres, y
programas de televisión que apestaban.
En
ese mundo la gente iba a teatro, pero casi nunca había tanta fila como en el
cine.
En
ese mundo la gente también iba a ver pornografía, y a veces partidos de fútbol.
En
ese mundo no estaba yo, pero muy seguramente alguien ocupaba ese espacio, y
consumía ese aire, y daba vueltas a las ideas en su cabeza una y otra vez.
En
ese mundo la gente se quejaba un día, era feliz otro día. Tenían vicios,
bailaban, dormían y comían. Tenían un amor secreto y siempre querían encontrar
la felicidad.
Un
mundo con las mismas mentiras, con las mismas verdades, con la misma esperanza
desesperanzada, que se ve como la gente loca sentada en un andén esperando a
que alguien le ponga atención.
En
ese mundo, nadie vivió feliz para siempre. Lo único diferente, era que yo no
estaba.