viernes, junio 05, 2020

Esperando a un hada madrina


Hasta que por fin’ fue su primer pensamiento antes de abrir los ojos.


Se persignó y se levantó por el lado derecho porque ese tenía que ser un día de muy buena suerte. Anoche durmió con la pijama rosa que le regaló su novio de hace dos años. Ese, el que la quiso tanto pero nunca pudo hacer lo suficiente. Igual, nadie le quitaría el dulce recuerdo del primero que la había besado con tanta ternura en la fiesta de año nuevo ya hace diez años. 


La cita era a las once veinte, pero la operadora siempre insistía en que estuvieran hasta una hora antes. La última vez llegó esa hora antes y le tocó esperar una adicional porque ‘el doctor tenía una urgencia’. Ella siempre sospechaba que esas ‘urgencias’ eran amantes clandestinas, almuerzos con los amigos o pacientes que sí podían pagar mucho dinero. Todas buenas razones para no atender a alguien que no tenía tanto dinero, como ella. 


Se arregló con todo lo mejor que encontró en su habitación, pero sin sobrecargarse, siempre había cultivado un buen gusto para su arregloSe puso el vestido por el que valió la pena dejar de comer sus pasteles favoritos para que le cerrara la cremallera junto con los zapatos de tacón alto que compró con la prima que le pagaron en junio. Se parecían a unos Manolo Blahnik que vio una vez en una página de internet. Se puso el perfume, los anillos y los aretes que todavía le debía a Berta. Afortunadamente no tenía que sacar cita en el salón de belleza porque el dinero no le abundaba. Todo lo que aprendió en la peluquería antes de encontrar el trabajo en el taller le era suficiente para poner su cara y su cabello tal como los había soñado.  


Todo eran nervios, emociones. Su mamá le dio un beso en la frente y la bendición con una sonrisa ‘ten fe en Dios, te va a ir muy bien’. Como a diario viajaba en el unicornio (el nombre que le daba a su bicicleta rosa llena de pegatinas tornasol que se veían casi mágicas sobre todo en las tardes más soleadas) tenía dinero para irse en un taxi. Nada podía salir mal. Se subió al primero que le hizo la parada y ya acostumbrada a llamar la atención, manejó muy bien las miradas insistentes e incisivas del conductor a través del retrovisor.  


Llegó a la clínica, pagó el taxi, se anunció en la recepción y mientras la llamaban casi que toda su vida pasó ante sus ojos. El vestido blanco y largo de la primera comunión, la fiesta de graduación del colegio, el día que se atrevió a decirle a Felipe que lo amaba con locura y él simplemente dejó de hablarle, la universidad y lo triste y sola que se sintió todos esos años porque después de lo de Felipe le daba miedo acercarse a las personas. Los seis meses en México y cómo conoció personas como ella. Cuando regresó a su casa con la certeza de que podía ser lo que quisiera siempre y cuando lo fuera con amor. Lo bien que tomó su mamá todo el cambio, la muerte de su papá que jamás la perdonó, la fiesta de fin de año donde Juan por fin se atrevió a besarla y a pedirle que fuera su novia y que esperaba poder casarse con ella. La carta de un año luego diciéndole que, aunque la amaba con locura, su familia era más importante y que esperaba que encontrara alguien mejor que él que la mereciera en todo su esplendor. 


Martínez Amador, consultorio siete catorce’ sonó claro y fuerte el altavoz a las once y dieciocho. Hasta que por fin Pensó.


 Mira, Amada. Se que prefieres que te llame así. Tengo que comunicarte que después de revisar todos tus expedientes, lamentablemente en este momento no eres candidata a una cirugía de reasignación de sexo, tendremos que empezar de nuevo y volver a revisar dentro de seis meses’ 

 

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